Si alguna vez han leído mis entradas anteriores saben que creo en el
destino. Y quizás fue una jugada del destino la que me tiene hoy aquí y así.
Era sábado, como las 11:30 de la noche. Yo había vuelto de trabajar y estaba en
mis cobijas tratando de que la tristeza no me robara el sueño que me producía
el cansancio. Estaba agotada. Llevaba dos noches sin poder dormir solo pensando
en las cosas que habían pasado, en los cinco años que he vivido... las palabras
dichas, los besos dados, los sentimientos guardados. Pensaba en todo ese mundo
que implica para mí, ese mundo que veo desboronarse ladrillo a ladrillo, ese
mundo del que por mucho tiempo me creí redentora y del que ahora soy una
víctima más.
Pensaba en todo eso y de pronto, en 10 minutos todo cambió. Ya 'ese' mundo
no estaba más en mi cabeza, un destello de luces lo remplazaba y el temblor de
mis manos me hacía olvidar la tristeza de ese sábado en la noche.
Un número de teléfono enviado en un mensaje me hacía sentir como una
quinceañera. Me temblaban las manos y sentía un vacío en el estómago... Pero no
sabía si llamar o no... no sabía si debía hacerlo. Al fin y al cabo era casi un
desconocido y moría de miedo de solo pensar que podría estar siendo víctima de
una broma o que quizás todo eso que pasaba era producto de mi imaginación y de
la desolación que sentía.
Pero entonces una evidencia más de que la decadencia de mi mundo era
inminente me hizo marcar, casi sin pensarlo, el número. Timbro dos veces... y
él contestó... de ahí en adelante algo pasó conmigo. Él dijo tantas cosas que
quería escuchar, que necesitaba escuchar. Le habló a mi corazón y le mostró que
esa tristeza iba a ser pasajera, que iba a ser imperceptible... le juró que él
lo iba a cuidar y a consolar. Yo sentía cómo cada cosa que él decía reflejaba
lo que sentía en ese momento y lo que venía sintiendo desde días atrás.
Fueron dos horas maravillosas... fueron una bala de oxígeno que me sacó de
la profundidad del mar cuando casi me ahogaba. No sé cómo agradecer que
apareciera.
Hemos vuelto a hablar... ya reconoce mi voz y mi corazón la de él. Anoche
(martes) me volvió a salvar de las lágrimas y me robó mil sonrisas... me
acarició mil veces con mil palabras... me hizo temblar de nuevo y al final me mandó
a dormir con una sonrisa a pesar de que mi corazón está triste, a pesar de que
la destrucción está cada vez más cerca y que el dolor se hace casi
insoportable.
No entiendo muchas cosas. Sé que siendo sensata es mejor huir antes de que algún
escombro me caiga encima y acabe conmigo, pero esa maldita manía de luchar por
causas perdidas me asusta porque sé que no debo hacerlo, pero el corazón me
puede ganar, aun cuando sé que ya lo he perdido todo.
Ahora solo pido fortaleza para enfrentar lo que venga porque si hay algo que
tengo claro es que ya lo he entregado todo… y se me agotó lo que tenía para dar
y si queda algo, me resisto a dárselo, ya no quiero nada para él. Quiero ser egoísta
por primera vez en seis años.
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