jueves, 17 de noviembre de 2011

Tomar un camino....


Hay momentos en la vida en los que hay que tomar decisiones... hay que decir si uno toma el camino de la izquierda o el de la derecha. A veces es una decisión que se puede postergar por días, meses y hasta años. Se puede postergar porque no sólo no es apremiante sino porque, a veces nos sentimos cómodos así, en esa bifurcación del camino que no implica riesgos y que nos permite ocuparnos de otras decisiones que, en su momento, son más importantes.

Yo me siento así... realmente desde hace un buen tiempo me encuentro en ese punto del camino en el que tengo la posibilidad de elegir, pero por comodidad, pereza y miedo no soy capaz de tomar una decisión.

Es chistoso, porque si lo vemos de una manera objetiva y responsable esta sí es una decisión apremiante. Esto sí define muchas cosas en mi vida, si no mi vida entera.

Es una decisión que entre más alargo es más difícil de tomar porque a medida de que el tiempo pasa me encariño más y hay más cosas que me atan... pero también me entero de más cosas que me llenan de motivos.

Entonces me paro en la división del camino y miro a un lado y miro al otro... y respiro y suspiro... y... me vuelvo a sentar, cómoda en la división del camino. En ese lugar calientico de su abrazo, sus besos, su sonrisa, sus palabras bonitas.

'Ya habrá tiempo', me digo para tranquilizarme. Lo beso y postergo una vez más e indefinidamente esa maldita decisión.

Foto tomada del Flickr de safarus

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El amor SÍ mata


'De amor nadie se muere...' eso dice el adagio popular. Hoy yo comprobé que no es cierto. Julián tenía 27 años. Jugó escondidas, lleva, tarro, golosa, pico de botella, escondidas americanas, fue a cine, a comer helado, a jugar maquinitas en el Videoplay de Unicentro... terminó el colegio, se graduó de la universidad, trabajó, se enamoró y murió.

Julián era mi amigo de infancia. Julián sale en las fotos de mi cumpleaños número 10. Fue a mi casa a jugar Family. Julián se enamoró y se murió.

El domingo pasado volvió a su casa y no quiso hablar con nadie. Se encerró en su cuarto y llegó el silencio. A la mañana siguiente, su mamá abrió la puerta y ya Julián no estaba... lo había matado el amor... El amor y una manotada de pastillas calmantes y relajantes musculares que detuvieron su joven y enamorado corazón que no resistió un adiós de la mujer que amaba.

Julián escribió una carta de cuatro hojas en la que pedía perdón a la vida por no ser capaz de retenerla. A su mamá por dejarla sin su único hijo y a sus amigos por no poder estar con ellos de ahí en adelante. Pero en esa carta ofreció su vida al amor... reconoció su cobardía y su incapacidad para soportar ver a la mujer de su vida lejos de él y en brazos de otra persona.

El amor sí mata... el amor mató a Julián y creo que a todos nos mata un poco cada día... mata ilusiones sonrisas y esperanzas, pero también mata dolor y soledad. El amor es malvado, es traicionero, duele, rasca, pica, hace cosquillas, saca lágrimas y carcajadas... y mata... el amor sí mata.

Imágen tomada de Pandora_Nazomi

martes, 20 de septiembre de 2011

Miedo

Hoy voy a enfrentar uno de mis más grandes miedos... se trata de iluminar de una vez por todas un oscuro camino de sospechas que me vienen cegando desde hace un tiempo. La verdad estoy aterrorizada. Temer un engaño tanto tiempo y poder de una vez por todas saber si es cierto o no me pone mal... me deprime... me asusta.

Vivir cinco años tras una ilusión y saber que ahora esa ilusión dependa de una llamada me llena de tristeza, de desesperanza... me deja un vacío enorme en el alma. Yo ya lo pregunté e insistí creo que alcancé a presionar, pero la respuesta siempre fue la misma 'TÚ'.

Ahora no sé qué hacer. Sé que es algo que debo enfrentar y sé que es algo que he pedido para poder estar tranquila, pero también siento miedo... del miedo feo. Del que no deja respirar ni pensar bien. Del que hace temblar las manos y distrae la cabeza.

Me da miedo perder esa ilusión y de paso que se me rompa el corazón. Me da miedo ver la realidad que tantas veces he imaginado.

martes, 30 de agosto de 2011

Morir un poco


No sé si a todo el mundo le pase, pero a veces siento unos deseos terribles de morir. No de suicidarme. De morir.

Digo terribles no porque me parezcan malos sino porque son muy fuertes. Deseo morir. Con todas las fuerzas de mi alma quisiera que me cayera un edificio encima o que el taxi en el que voy se choque y yo muera en el accidente. Me siento mal por eso, pero sólo a veces. Sólo cuando pienso en que hay un puñado de personas a quiénes de verdad les haría falta, pero también sé que no hay nadie indispensable así que ya llegará alguien que rellene ese vacío que dejé y, con el tiempo me volveré sólo recuerdo. Lo más curioso de todo es que no hay algo que motive mis deseos, es decir, no hay una circunstancia en particular que me haga sentir así. Sólo pasa y puede que al día siguiente ni recuerde qué quería, pero siempre vuelve.

Yo no me quiero morir, pero me dan ganas…

viernes, 4 de marzo de 2011

Mmmm... París...


Casi se cumple un año... aún no creo haber estado allá. A veces creo que ese frío que sentí durante mi primera noche en París fue producto de mi imaginación, pero afortunadamente no... hay fotos y testigos que pueden dar fe de que estuve allá, que recorrí las callecitas y las avenidas; que monté en el metro y en el RER. Que vi a la Monalisa en el Louvre y que toqué la torre Eiffel...

Miro para atrás y recuerdo cómo hace un año me monté en un avión tratando de huir de un beso que me quemaba la boca y me dolía en el corazón. Huía de una mentira, de un dolor intenso y de una esperanza enorme que, en caso de desbaratarse, se iba a convertir en una pesadilla.

Extraño ese viaje... lo extraño cada vez que abro los ojos. Pero lo extraño con algunas variaciones. Quisiera ponerlo a él caminando conmigo por París de la mano... quisiera que fuera él mi compañero de asiento en el avión y en el estadio. Quisiera que fuera él quien me ayudara a descifrar en el mapa en qué calle estoy y cuál es la estación de metro más cercana. ¿Cómo puedo extrañar algo que no pasó?, me lo pregunto siempre y llego a la conclusión de que es porque simplemente, cuando crucé el océano para escapar de él; se metió en mi bolsillo, viajó a mi lado y se metió en mis recuerdos.